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sábado, 10 de septiembre de 2011

Encuentros...

Caía la noche acercándose la hora predestinada en aquel encuentro que creaba mucha incertidumbre en aquel chico. Acicalado, como aquella persona que va a su primera cita, su miedo le corría por las venas llenándolo de dudas. No sabía si quedarse, lo cual sería lo correcto después de pedirle a aquella mujer una cita; o irse, porque al mirarse se decía que hacia allí un tipo como él con una mujer tan guapa con la que sería su acompañante aquella noche. Su pensamiento navegaba en el desencuentro. Pero firme en su decisión, dejo de pensar y superar ese miedo interior que le corría todo el cuerpo.
Sus citas siempre llevaban el mismo dilema. No se sentía el ser más agraciado del mundo pero se decía que si tenía algo grande era su corazón. Con su sentimiento y verdad, había conseguido deambular en el mundo del amor, aunque sus pesares y sus prejuicios le habían llevado a multitud de decepciones en una vida cargada de acompañamiento femenino.
A lo lejos, vio a la mujer con la que compartiría unas horas en aquella noche que se hacía cada vez más calurosa. Era un brillo de estrella acercándose. Entre la gente caminaba con una elegancia de la que sabía, pero ahora la veía más radiante que en aquella cámara que los había puesto en contacto. Sentía como el ritmo de su latir había incrementado, por sus venas corría la sangre como si fuese un huracán de agua y sus ojos se habrían hacia la mujer que venía hacía él. Se contuvo de correr hacia ella y alzó la mano para hacerle ver que estaba en el lugar donde le había dicho que estaría esperándola.
La contempló, sin mencionar palabra, para al fin abrir la boca y trabarse en las palabras. La risa surgió de nuevo entre ambos como si se viesen en aquella pantalla que los había hecho conocerse.
La mujer habló. - Tienes que excusarme pero no me puedo quedar. Ha surgido un imprevisto con un familiar y he venido para decírtelo personalmente -.
La desilusión le cubrió todo su cuerpo y el miedo se diluyó para pasar a ser ira. Su rostro no variaba la felicidad y la sonrisa mientras escuchaba las explicaciones de aquella señora pero en su interior, la angustia se apoderaba de su corazón. Sus ojos se ensombrecían por aquellas palabras que no quería oír. Su pobre corazón se había vuelto un mar en calma y su sangre circulaba mansa por sus venas. Toda su ilusión estaba siendo convertida en desolación.
Con un gesto de caricia se fue aquella mujer. Sus palabras fueron como siempre: “Eres un sol “. La vio marcharse por el lado opuesto por donde había llegado. Su camino hacia su casa era el recorrido que había tomado aquella mujer que ya no brillaba como cuando la vio llegar. El destino, a veces, tiene piedad y las casualidades de la vida surgen cuando menos te lo esperas.
Al girar una calle, allí estaba su amiga abrazada a un hombre que la invitaba a entrar en una desconocida casa para él. Su beso hacía pensar que no era nada familiar aquel hombre. Sin pensar en nada de lo visto, siguió su camino para llegar a su solitaria casa.
Al día siguiente, como cada día, las tiernas palabras aparecieron en aquella pantalla. El encuentro con aquella mujer fue como habitualmente, pero en su corazón ya no latía la emoción. La frescura que había entre ambos se sumió en un encuentro normal como con cualquier persona. Quería decirle tantas cosas pero, a pesar de la ofensa que le había hecho pasar, la quería. Seguiría siendo su amigo pero el engaño le dolía mucho en su sencillo corazón.

--- FRAN ---

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