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lunes, 5 de septiembre de 2011

Encuentros en el silencio.



Deseaba salir de aquella pena en la que se había sumergido. Tomó sus cosas para dirigirse a aquel bosque solitario entre las montañas y allí gritar a los cuatro vientos las penurias que le distorsionaba su vivencia. Se encontraba en una flaqueza emocional que todo le era impropio e inoportuno en sus días. Ya nada le alentaba porque sentía fracaso en todo lo que realizaba. Sus objetivos juveniles fueron desojados en el tiempo al ritmo que no se había dado cuenta. Sentía apatía por la vida que le guiaba y frustración en su persona por la monotonía que tenía; así necesitaba evadirse de su entorno humano e ir a aclarar multitud de dilemas ante el silencio de unos bosques de consuelo.


Mientras caminaba pensaba en lo absurdo de su vida y las continuas torpezas que había tenido que franquear. Su desgana emocional iba avanzando a cada paso que daba hasta que por fin divisó el lugar idóneo donde hallar esa tranquilidad que esperaba.
El lugar estaba apartado de caminos y senderos junto a un gran lago donde refrescaría su pesadez y su desdicha. Quería sentir como un nuevo bautismo y bañarse en la claridad de los sentimientos para obtener respuestas a todas sus preguntas.
Después de montar su nuevo hogar bajo el amparo de un sol con fuertes rayos de calor, decidió darse un baño para iniciar su meditación con el silencio de las aguas. Todo estaba tranquilo, nada perturbaba aquel idílico paisaje de paz. Era lo que tanto había deseado y por fin, se hallaba despejando su mente. Los primeros instantes fueron de degustar aquel lugar contemplando la belleza de sus alrededores desde el lago. Fue cubriéndose el cielo de oscuridad a la vez que su alma se llenaba de angustia. Con lágrimas en los ojos intentaba superar tanto fracaso, tanta perdida de fe y la sin razón de palabras que le había bloqueado. Se preguntaba el por qué había gente que lo reprendía sin conocerlo cuando su daño solo fue ser cariñoso; se le rompía el corazón al pensar que su físico no era atrayente para personas que quería con locura y se habían mostrado duras en las palabras sabiendo la sensibilidad de su persona.


La noche avanzaba mostrando una luna llena hermosa como ella sola. Daba claridad a aquellos pinos que le servían de público para sentirse valiente al decir en voz alta lo que contenía su dolor. Su peor desencuentro en un tiempo fue atreverse a decir lo que sentía por una persona con la respuesta de que su corazón ya estaba navegando hacia otro lugar. Aquella situación le sumió en la peor de las incongruencias. Estaba inmerso en una continua debacle emocional que le llevo a aventurarse a salir al amparo de la soledad. Quería intimidad para borrarse de la agitación en la que se sentía. ¿ Qué podía hacer antes tanta desdicha ¿.
Hablaba a su amiga la luna del exiguo sentimiento que le cubría. A las estrellas, le contaba los desamores de su vida y a una pobre lechuza, que se posó en un árbol frente a él, le susurraba todas las desavenencias y desencuentros con la gente. Quería sentirse libre para decir lo que opinaba en cada situación sin tener que andar dando explicaciones para calmar palabras sin ningún sentido. Todos relajaban al corazón de este hombre dolorido y confesor de su desorden. Surgía el viento para darle caricia, el canto de la lechuza le servía de canción con respuestas a sus preguntas y las olas del lago le hablaban para acogerlo en un abrazo de cariño. El ambiente de la noche se confabulaba para predicar amores a aquel desahuciado inquilino. Los brotes de palabras del silencio le llevaban a sentir confort en su corazón y calma en su alma.
Los días pasaron con sus noches eliminando la poca autoestima de aquella persona.


Había encontrado satisfacción en su silencio y paz en su tormento. No sabía cómo sería su regreso a la vida mundana pero regresaba dispuesto a no volver a caer en tales pensamientos ni desdicha. Dejaría correr su vida pero sin involucrarse tanto en los sentimientos ni personales ni ajenos. Solo quería sentirse como un hombre solitario con un corazón de alegría y siendo amigo, con sus defectos y pocas virtudes, de gente que quisiese tener su amistad. En las cuestiones del amor, sabía que su corazón era rebelde, inquieto, galante, excitado y enternecedor ante cualquier bella flor y controlarlo le sería difícil; así que el tiempo le diría cuánto duraría su calma encontrada en aquellos días de soledad.

2 comentarios:

  1. Que bonito relato, sera que yo a veces tambien busco ese sitio, ese remanso de soledad donde me miro en el espejo, donde aprendo a ser mejor persona.
    Bsos.

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  2. Todos buscamos un lugar cuando necesitamos recuperarnos y enfocar las cosas de otra manera.
    y tanto la luna como las estrellas son buenas comapañeras de desahogo, por alguna razon, nos entienden. Lo importante, es empezar de nuevo,con la esperanza de que todo sera mejor. Un abrazo

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